lunes, 10 de enero de 2011

La vida en los cafetales III

Del almacigo al secado

Una planta de café empieza a dar frutos a los seis meses y puede producir durante quince años. La semilla germina en almacigo (cajones de tierra fértil donde se intensifica la nutrición). Sin embargo acá no empieza la cosa: antes fueron modificadas genéticamente para hacerlas más resistentes a plagas como la broca y enfermedades como la rocha. Los almácigos están desde los 1050 a los 2050 metros sobre el nivel del mar: en condiciones ideales, el mejor café es el de mayor altura.
Cuando la semilla formó sus primeras raíces se la denomina fósforo que al cabo de algunas semanas, dependiendo del clima y la altura se formará la chapola (plantín). Cuando alcanza los 30 centímetros de altura se transplanta al lote.
Hay dos cosechas durante el año: abril-mayo y octubre-noviembre. Una vez que los recolectores quitaron los frutos maduros, la cereza de café pasa al despulpador (separa el grano de café de la fruta). Es casi la mitad de la labor de la finca: luego se lava para quitar la miel que lo recubre y recién en ese momento pasará al secado.
No se desaprovecha nada. La cáscara del fruto se fermenta para nutrir los campos y otras aplicaciones.
El mejor proceso de secado es al sol. Sin embargo, si las lluvias no dan tregua los granos se secarán por un horno que acelere el proceso. Dentro de la finca no queda mucho por hacer: sólo resta que los granos pasen por el primer tamizado (clasificación por tamaño: los granos más pequeños son los más apreciados).
A partir de ese momento las cooperativas y la federación de cafeteros colombianos se encarga del resto, salvo el tostado que se hace en los países de consumo.

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